Guayota el maligno
El aire andaba espeso, turbio y ardiente. Las nubes se
arremolinaban tropezando entre ellas y las aguas del mar andaban revueltas. Los
animales estaban inquietos, hasta la coruja que sólo merodea en lo oscuro, voló
bajo la luz. Aquellos signos presagiaban que Guayota estaba próximo. Apareció
Guayota y se apoderó de Magec, el sol, dejando el cielo a oscuras. Todo fue una
noche cuando aún era el día. Rogaron entonces a Achamán los guanches, para que
tuviera misericordia, que devolviese al día sus luces, que su poder librase de
todo daño. Achamán atendió las súplicas y acudió dispuesto a defenderlos.
Guayota, con Magec prisionero, se había ocultado en los adentros de Echeyde
(Teide).
Allí fue a buscarle Achamán. Cuando lo halló, el suelo se
abrió en truenos, estampidos y temblores que aturdían a las islas más lejanas.
fue el comienzo del combate. Por el cráter de Echeyde, Guayota arrojaba humos,
peñascos encendidos, lenguas de lava, azufres y escorias con los que intentaba
doblar a Achamán. Aire y cielo se convirtieron en un lamedal hirviente tan
encendido en brasas que causaba espanto. Y prosiguió Guayota vomitando fuegos
hasta que Achamán, al fin, logró vencerle. Como castigo a su maldad lo encerró
para siempre dentro de Echeyde. Después devolvió a Magec al cielo para que
siguiera iluminando la tierra, y enseguida el día volvió a ser día y se
aquietaron las aguas y las nubes. Guayota, cautivo desde entonces, aún respira
en lo más alto de Echeyde.
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