Hacer un recorrido por toda la Historia de Canarias,
señalando los elementos que han caracterizado los distintos períodos de dicha
historia, no resulta una tarea sencilla. Sin embargo, intentaremos aprovechar
el espacio de que disponemos para, en la medida de lo posible, dar una visión
panorámica del devenir histórico del Archipiélago resaltando, sobre todo,
aquellos aspectos que, en mayor medida, contribuyen a explicar el presente de
las islas.
Comenzaremos por
acercarnos a las culturas aborígenes que habitaron las Islas en el
período prehispánico, pasando, a continuación, a tratar del proceso de su
conquista e incorporación al Reino de Castilla. En tercer lugar, abordaremos el
Antiguo Régimen (siglos XVI, XVII y XVIII) en Canarias y las circunstancias que
tipificaron esos trescientos años. Por último, trataremos de la evolución
contemporánea canaria señalando el origen reciente del conjunto de elementos
socioeconómicos y políticos que conforman la realidad actual de la Comunidad
Canaria.
En los últimos años el desarrollo de la investigación
arqueológica ha ido aportando la suficiente información sobre la población
prehispánica de las Islas como para ir desbancando a las crónicas o a los mitos
como principales fuentes históricas para conocer este
período.
Abordar la prehistoria de Canarias significa
conocer tanto el origen de la población prehispánica como las características
de su asentamiento y adaptación al medio natural que conforma el espacio
geográfico de las distintas islas.
Actualmente consideramos que la población aborigen
canaria tuvo su origen entre los pueblos bereberes del Norte de África que se
van desplazando hacia el sur movidos por dos tipos de circunstancias:
- En primer lugar, el progresivo proceso de
desertización norteafricano que empuja a los pueblos del sur de la cordillera
del Atlas a buscar nuevas tierras de cultivo y pastos para sus ganados.
- En segundo lugar, los restos humanos y de hábitat
más antiguos hallados por los arqueólogos en las Islas, se corresponden con un
período comprendido entre los siglos I antes de Cristo y I después de Cristo,
lo que lleva a los historiadores a pensar en la expansión del
«limes» o frontera del Imperio Romano en el Norte de África
hacia la cordillera del Atlas sahariano y el rechazo por parte de algunos
sectores de la población de la zona a integrarse en dicho Imperio, como causa
del desplazamiento de estos pueblos por la costa atlántica norteafricana y su
posterior paso a las distintas islas del Archipiélago Canario, pretendiendo
encontrar en ellas los medios de vida y sustento que no hallaban en su lugar de
origen.
Probablemente, el poblamiento de las Islas se
realizaría en diferentes oleadas migratorias, aportando cada una de ellas
grupos de pobladores que, con un mismo origen, conformarían diferentes estratos
culturales.
El bagaje cultural que cada uno de estos grupos de
población trae consigo desde África por un lado, junto a la necesidad de
generar medios que les permitan adaptarse a las características del nuevo
espacio geográfico que presenta cada una de las islas en las que recalan, por
otro, van a conformar distintas formas de vida, de organización social y de aprovechamiento de los recursos económicos de los que
puedan disponer.
De esta forma, los asentamientos aborígenes se
producirán, en general, junto a fuentes y manantiales que les aseguren el
abastecimiento constante de agua. Dichos asentamientos tomarán la forma de
poblados constituidos por edificaciones con una primitiva estructura
arquitectónica (por lo general, de planta circular, paredes de piedra y techo
vegetal), aunque también nos encontraremos, sobre todo en lugares altos y de
difícil relieve, con un hábitat en cuevas tanto naturales como excavadas.
La economía practicada por estos pueblos variará de
una isla a otra en función de las posibilidades del medio. Así, la de La Palma
y Fuerteventura será esencialmente ganadera, la de Gran Canaria
fundamentalmente agrícola y, combinando indistintamente la agricultura y el
pastoreo, la de Tenerife, La Gomera, El Hierro y Lanzarote. Es pues una
economía muy básica, y dirigida al autoconsumo de cada grupo humano,
desarrollada con unos medios muy rudimentarios y sujeta de forma constante a
las inclemencias climáticas u otros condicionamientos naturales (sequía,
agotamiento y limitaciones del suelo agrícola y de pastos, etc.). La cultura
material, por otro lado, será muy rudimentaria, siendo la piedra, el barro, la
piel de los animales o la madera las principales materias primas.
En lo que a organización
social se refiere, en general, nos encontramos con sociedades más o menos
complejas, divididas en estratos o grupos sociales, que se distinguen entre sí
por su diferente nivel de riqueza y grado de apropiación de los medios de
producción (fundamentalmente la tierra y el ganado). Así pues, constatamos la
existencia de una nobleza aborigen tanto en Gran Canaria como en Tenerife,
erigida en grupo social dominante, junto a los sectores mayoritarios de la
población compuesta por grupos económicamente dependientes de los poseedores de
los recursos económicos.
En general, parece que
existieron formas de jerarquización política según estructuras o formas de
gobierno basadas en la monarquía (menceyes en Tenerife, guanartemes en Gran
Canaria, o distintos jefes de tribu en las islas más pequeñas). Dichos monarcas
ejercen su poder sobre una parte de la isla o bien sobre una isla entera. Así,
nos encontraremos un solo jefe de tribu para toda la isla de Lanzarote y lo
mismo en El Hierro; Fuerteventura aparecerá dividida en dos reinos, La Gomera
en cuatro, La Palma en doce, Gran Canaria en dos y Tenerife en nueve
demarcaciones territoriales.
Junto a estos monarcas o jefes de tribu estarán los
nobles de cada reino, conformando castas privilegiadas tanto a nivel político
como religioso, que suelen asesorar a su jefe y, a veces, en determinadas
circunstancias, participar en la toma de decisiones de gobierno.
En general, la religión de estos pueblos se basaba en
el culto a elementos naturales, principalmente al Sol, que favorecían o
perjudicaban las condiciones de vida. Poder político y religioso van siempre
íntimamente unidos a toda la población (jefes o monarcas incluidos) en
disposición de acatar los designios divinos para obtener el favor permanente de
los dioses y no provocar su ira atrayendo la desgracia (hambre, enfermedades,
etc.) sobre la población.
Este va a ser el panorama que se van a encontrar los
exploradores, navegantes y conquistadores europeos que a partir de la Baja Edad
Media llegan a las costas canarias iniciándose un proceso histórico que
culminará con la integración del Archipiélago en el reino de Castilla a finales
del siglo XV.
La conquista de Canarias hay que situarla en el
contexto de la expansión atlántica de los distintos estados europeos en su afán
por abrir rutas y vías de comunicación con las Indias, circunnavegando el
continente africano para proveerse de las especias, sedas, esclavos o metales
preciosos. En este sentido, el Archipiélago ofrecerá una base de escala y
avituallamiento muy importante, para los barcos que naveguen por estas rutas, o
también, aprovechando sus posibilidades humanas y materiales, para obtener
recursos demandados en los mercados europeos tales como esclavos, o la orchilla
y la barrilla de las que se lograban colorantes para una floreciente industria
textil.
El proceso conquistador
es lento (durará casi todo el siglo XV) y se realizará, en líneas generales, en
dos fases cuyas características condicionarán la evolución histórica posterior
de cada isla.
La fase inicial es la
identificada como fase señorial, ya que durante la misma las islas que se
conquistan (Lanzarote, Fuerteventura, La Gomera y El Hierro) van a serlo por
parte de nobles europeos (franceses como Jean de Béthencourt o castellanos como
Hernán Peraza o Diego de Herrera) que poniéndose al servicio de los monarcas de
Castilla emprenden la conquista como una empresa particular, obteniendo de ello
derechos señoriales o feudales sobre las tierras y los pueblos conquistados.
Derechos que tendrán un carácter hereditario y condicionarán las formas de
explotación económica y el control social y político de las islas mencionadas
hasta bien entrado el siglo XIX.
[3. Jean de Béthencourt,
conquistador de Lanzarote, Fuerteventura,
El Hierro y La Gomera., retratado por B. Moncornet.]
El Hierro y La Gomera., retratado por B. Moncornet.]
La segunda fase en el proceso de conquista
de Canarias viene dada por la conquista realenga, llamada así porque en la
misma los reyes de Castilla se implican de forma directa, colocando a las islas
en esta época conquistadas (Gran Canaria, La Palma y Tenerife), bajo su directo
control señorial y político. Aquí habrá que distinguir tres agentes que
intervienen en el proceso: los monarcas que disponen y ordenan la conquista,
los comerciantes y banqueros (fundamentalmente genoveses) que la financian a
cambio de concesiones económicas importantes sobre las islas conquistadas y,
por último, los conquistadores, que organizan las huestes militares, someten a
la población aborigen y se verán beneficiados por el reparto posterior de las
tierras conquistadas; reparto que se realizará teniendo en cuenta el distinto
lugar que en la jerarquía militar y política ocupe cada uno de ellos.
Hacia el año 1496, con la culminación de
la conquista de Tenerife, la última en ser sometida, se integra el Archipiélago
Canario en la Corona de Castilla. En general, el proceso conquistador no
siempre siguió las mismas pautas, dependiendo éstas en cada momento de las
pretensiones de los conquistadores y de las actitudes de los aborígenes. Así
pues, podemos encontrar desde situaciones de conquista más o menos pacífica
(Jean de Bethencourt en Lanzarote), a operaciones de auténtico genocidio (Diego
de Herrera en La Gomera). La actitud de los aborígenes también ofrecerá
diferencias, de tal manera que junto al colaboracionismo de Fernando Guanarteme
en Gran Canaria, o los llamados «bandos de paces» o
menceyatos que se someten pacíficamente en Tenerife, nos encontraremos la
resistencia a ultranza de los demás (Doramas en Gran Canaria, los
«bandos de guerra» en Tenerife, Tanausú y los suyos en La
Palma, etc.). Incluso, nos hallaremos a cuerpos de tropas aborígenes que
colaboran con los conquistadores para acabar con los focos de resistencia. En
este sentido, habría que señalar el papel jugado por guerreros gomeros
reclutados por los castellanos en la conquista de Gran Canaria y,
posteriormente, en la de Tenerife.
El final de la conquista supone el fin de la cultura y
las formas de vida aborigen, algunos de cuyos rasgos persistirán durante
algunos años, para sucumbir, con el paso del tiempo, ante la marginación o la
persecución que sufrirían aquellos que se empeñaran en mantenerlas.
La historia del Archipiélago Canario a partir del
siglo XVI vendrá condicionada por la colonización del mismo por parte de grupos
diversos de pobladores que se asientan en él atraídos por las posibilidades de
progreso económico que se le ofrecen: tierras de cultivo, la participación en
los circuitos comerciales atlánticos entre las Indias y Europa, el
abastecimiento de manufacturas a las islas, etc.
La mayor parte de los pobladores serán españoles
(gallegos, castellanos, andaluces, aragoneses, etc.) que se dedicarán a la
agricultura, bien en sus propias tierras, bien como trabajadores al servicio de
otros propietarios. También llegarán portugueses, genoveses y flamencos, a
desarrollar la explotación y comercialización del azúcar, primer cultivo de
exportación canario, generador de grandes fortunas y a través del que se
integra la economía canaria en los mercados internacionales. Asimismo,
encontraremos a grupos de población morisca y negros africanos, que llegan a
las islas después de ser capturados para utilizarlos como esclavos en las
plantaciones de caña de azúcar, en los ingenios, o en el servicio doméstico.
Por último, llegarán ingleses e irlandeses atraídos por la producción y
exportación del vino, producto, éste último, que a partir de la segunda mitad
del siglo XVI, sustituirá progresivamente en importancia económica a la caña de
azúcar.
Los distintos grupos de población reseñados se
integrarán rápidamente, conformando un entramado social que aportará a la
población canaria una idiosincrasia propia y un peculiar carácter cosmopolita y
abierto a las influencias externas.
La economía canaria
durante esta época va a girar en torno a la producción y comercio de
determinados cultivos de exportación demandados por los mercados
internacionales (sobre todo europeos). Dichos productos se daban bien en las
Islas gracias a su clima y solían, además, reportar grandes beneficios a
quienes controlaban su comercio.
Durante el siglo XVI, los principales productos de
exportación fueron el azúcar de caña y, en menor medida, la barrilla. Desde
finales del siglo XVI, todo el siglo XVII y gran parte del XVIII serán los
vinos canarios el producto más demandado en el exterior.
La producción de cultivos de exportación no afectó por
igual a todas las Islas. Unas desempeñaron un papel más relevante que otras.
Así, la producción de caña de azúcar se dio fundamentalmente en la isla de Gran
Canaria, mientras que el vino se localizó sobre todo en Tenerife, lo que convierte
a esta isla en el centro económico y político de Canarias durante estos siglos.
Con el capital que aporta la comercialización de estos
productos se traen a las islas productos manufacturados, que desde Gran Canaria
o Tenerife, a su vez, son distribuidos por el resto del Archipiélago.
Al mismo tiempo, en las islas en que no se dan
productos de exportación se desarrollará una agricultura dirigida al
abastecimiento interno, al mercado interior canario, es decir, se comercializan
en aquellas islas que por su mayor número de habitantes o por dedicar parte de
sus tierras a cultivos de exportación no producen lo suficiente para su
autoconsumo.
El mecanismo económico descrito no siempre funcionó
eficazmente. En determinados momentos de la Historia de Canarias, los productos
mencionados dejaron de exportarse, bien de forma coyuntural, bien
definitivamente, por las guerras o por la competencia que con esos mismos
productos podían ofrecer otros países (por ejemplo, la caña de azúcar de
Canarias no pudo superar la competencia de la producida en las colonias
americanas). Como consecuencia de ello, dejaba de llegar capital a las islas,
se reducían las importaciones, y se vivían momentos de escasez y
empobrecimiento. Gran parte de la población padecía entonces hambre y miseria,
lo que obligaba a mucha gente a optar por la emigración en busca de medios para
vivir.
La sociedad de las islas durante el Antiguo Régimen
será compleja y estará muy dividida, conformándose cada grupo social en función
del grado de apropiación de las tierras de cultivo y de su participación en los
circuitos comerciales canarios. De forma genérica podemos hablar de:
- La nobleza y el clero que serán grandes
terratenientes, propietarios de la mayor parte de la tierra y del agua. Tendrán
una posición social privilegiada y desempeñarán importantes cargos políticos en
los cabildos o ayuntamientos de la época, las milicias, la inquisición, etc.
- Los grandes comerciantes, en su mayor parte de
origen extranjero, que llegan a Canarias para comerciar con la caña de azúcar o
el vino, además de otros negocios: trata de esclavos, importación de
manufacturas, tabaco, café, etc. Acumulan grandes riquezas, y muchos de ellos
accederán al status nobiliario debido al matrimonio con miembros de la
aristocracia o a la compra de títulos.
- Los labradores, medianos y pequeños propietarios de
tierra y de agua, que obtienen de sus propiedades lo necesario para vivir
aunque no lo suficiente para enriquecerse. Incluso a veces deberán trabajar
para otros propietarios cuando sus propias cosechas no sean buenas.
- Los pequeños comerciantes y los artesanos. Son un
grupo poco numeroso. Vivirán en las ciudades. Tendrán un nivel de vida
semejante al de los labradores.
- Los campesinos sin tierras trabajaban para los
grandes propietarios como arrendatarios, aparceros o, también, jornaleros.
Suelen vivir malamente y constituirán la mayor parte de la emigración cuando
lleguen los malos tiempos.
- Por último, nos encontramos con los mendigos y
esclavos que componen el espectro más bajo de la sociedad, formando un grupo
verdaderamente marginado.
Canarias durante esta época formará parte del reino de
Castilla, y estará gobernada por un virrey, representante de la autoridad real.
Su sede estará en Tenerife. Al mismo tiempo, cada isla formará un único
municipio administrado por un Cabildo. Finalmente, el poder judicial estará
desarrollado por la Audiencia, cuya sede estará en Gran Canaria.
Durante más de trescientos años la imagen del
Archipiélago vendrá determinada por el conjunto de circunstancias descritas, y
será a partir de la segunda mitad del siglo XIX cuando comiencen a producirse
los cambios que dan lugar a la inserción de Canarias en la época contemporánea.
La Historia Contemporánea de las islas se
caracterizará:
- En primer lugar, la
desarticulación del modelo económico anterior, pues aunque se mantenga, por una
parte, la existencia de productos de exportación (la cochinilla durante el
segundo tercio del siglo XIX, y luego el plátano, el tomate y las papas) a los
que actualmente hay que unir la industria turística como principal medio de
atracción de capitales; sin embargo, por otro lado, se romperá el equilibrio
entre cultivos de exportación y los dirigidos al consumo interno, atendiéndose
éste, cada vez en mayor medida, con la importación, lo que aumenta el grado de
dependencia exterior de la economía canaria.
- En segundo lugar, Canarias se aprovechará del
proceso de internacionalización del sistema capitalista a partir del fenómeno
imperialista y colonial de finales del siglo XIX.
A partir de la consecución de los Puertos Francos en
1852, los puertos canarios y sobre todo, el Puerto de La Luz en Gran Canaria,
aprovecharán su situación como punto de escala obligada en la navegación de
barcos europeos hacia las colonias africanas y asiáticas, así como hacia los
mercados latinoamericanos, generándose al amparo del puerto numerosos negocios
y actividades económicas que dan lugar a la formación de grandes fortunas y a
la demanda de numerosa mano de obra. Esto último provocará un intenso
movimiento migratorio hacia las principales ciudades (Las Palmas de Gran
Canaria y Santa Cruz de Tenerife) desde los campos o desde las islas
periféricas.
- La sociedad canaria irá
desarrollándose a partir de la posición que ocupará cada grupo en el proceso
económico descrito. En líneas generales, nos encontraremos con una burguesía,
que controlará la exportación del plátano, los tomates y las papas, a lo que
actualmente se suma la actividad turística, y junto a ello, la importación de
mercancías y el abastecimiento interno.
Al control de esta burguesía sobre los recursos
económicos canarios hay que añadir la presencia del capital extranjero
invertido en las actividades antes mencionadas, elemento más o menos permanente
en la economía isleña desde finales del siglo XIX.
Al amparo del desarrollo económico contemporáneo
canario, vendrá la configuración de una clase trabajadora urbana desde finales
del siglo XIX, en un proceso más tardío que el europeo, lo que a su vez da
lugar a la formación, también tardía, de sindicatos u otras organizaciones
sociales y políticas obreras.
El proceso de urbanización se produce a costa del
progresivo y sin contrapartidas despoblamiento rural, proceso agudizado a
partir de 1960/1970 con el desarrollo turístico.
- Por último, el
desarrollo contemporáneo canario viene condicionado por los cambios políticos
que se producen desde el siglo XIX en España motivados por el proceso de
implantación del Estado Liberal, en el que la participación ciudadana se
canaliza a través de los partidos políticos. Dicho proceso en Canarias estará
fuertemente mediatizado por la existencia del llamado Pleito Insular entre Las
Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife, a través del cual los grupos
sociales dominantes de las dos capitales competirán por atraerse el favor del
poder central en aras de conseguir el control político y económico de las
Islas. Dicho proceso se materializará en la práctica en la adopción permanente
de posturas antagónicas al abordar la resolución de los problemas del
Archipiélago, e impedirá la articulación de una conciencia regional canaria, a
semejanza de otros territorios del Estado Español.. La lucha por conseguir la
capitalidad de la provincia única canaria a principios del siglo XIX primero, o
por la división provincial después (que se hará efectiva en 1927 durante la
Dictadura de Primo de Rivera), serán ejemplos destacados de un Pleito Insular
que ni aun la ley de creación de los Cabildos Insulares en 1912 logra atenuar.
Por otra parte, la formación de partidos políticos y
su consolidación a nivel regional vendrá también condicionada por el
posicionamiento de éstos ante el Pleito; de ahí la dificultad de articular
organizaciones políticas cohesionadas en todo el Archipiélago.
Actualmente, las posibilidades de desarrollo de
Canarias como Comunidad Autónoma dentro del Estado Español, en el marco de la
Constitución de 1978, dependen en gran parte de la superación de la pugna
interinsular y de la adquisición de una auténtica conciencia social y política
de construcción regional canaria.
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